La obsolescencia programada está tan de moda que ya nos hemos acostumbrado al modelo de consumo que conlleva: “te sale más barato comprar uno nuevo que arreglar el viejo”. Es muy común comprar un dispositivo electrónico y ver que en dos años no sólo se ha quedado anticuado, sino que ya empieza a fallar. Una situación de la que por fin parece que los reguladores, quieren hacerse cargo.
La obsolescencia programada tiene muchas caras. No se trata únicamente de piezas que se desgastan o se rompen. Tampoco se trata de baterías con una vida más corta de la que podrían tener. Hablamos también de obsolescencia programada cuando un dispositivo capaz de tener ciertas funcionalidades queda fuera de cualquier posible actualización.
Esta práctica además de suponer en cierta manera un fraude hacia el consumidor, algo que merma la confianza, también es poco sostenible. Por esta razón la Comisión Europea ha decidido que hay que empezar a regular esta situación. El objetivo en este momento es disuadir a los fabricantes de crear productos de corta duración e impulsar las opciones de reparación. De momento hablamos sólo de recomendaciones.
Medidas contra la obsolescencia programada
- Ampliar el tiempo de garantía.
- Incentivos fiscales para dispositivos duraderos, de calidad y de fácil reparación.
- Promoción de la venta de segunda mano.
- Piezas de reparación disponibles y a un precio adecuado.
Además, se ha pedido la creación de una etiqueta voluntaria que incluya la duración, el diseño ecológico, la capacidad de modulación y la posibilidad de reparación del producto.